martes, 23 de diciembre de 2008

epilepsia y sus implicaciones sobre encias

La epilepsia se ha definido como una afección episódica del sistema nervioso, de orígenes diversos, producto de la descarga excesiva y sincrónica de un grupo de neuronas. Las manifestaciones de las epilepsias no solamente son motoras, esto es, no aparecen únicamente como movimientos anormales. Existen también epilepsias que se manifiestan por alteraciones sensoriales o cognoscitivas. Todo depende del sitio en el que se localice este grupo de neuronas que se excitan en forma simultánea. Si esto ocurre en la porción motora de la corteza cerebral, se observa la activación de un grupo de músculos del cuerpo y/o la cara. Si es en un territorio sensorial, las crisis se reportarán como alteraciones auditivas, visuales, gustativas, olfativas o somestésicas. Las crisis pueden afectar ya sea una parte del organismo (como las epilepsias focales o parciales) o su totalidad (epilepsias generalizadas); en este último caso pueden aparecer las convulsiones (se trata de las crisis llamadas del tipo gran mal). Frecuentemente las epilepsias generalizadas, convulsivas o no, se acompañan de pérdida del conocimiento. Existen algunas formas de epilepsia que sólo se observan en los niños (como las de ausencias, o pequeño mal) y otras que afectan casi exclusivamente a los adultos. Su origen puede ser traumático, infeccioso, tumoral, vascular o desconocido. En los primeros casos, se puede identificar la causa de las crisis y quizás hasta corregirla completamente (en el caso de una infección, con antibióticos; de un tumor o una malformación vascular benigna, con cirugía). Cuando no se puede identificar la causa, es necesario tratar el padecimiento de manera sintomática. Afortunadamente, existe un número creciente de sustancias anticonvulsivas eficaces en la mayoría de los pacientes.
Es importante diagnosticar el tipo de epilepsia pues el tratamiento depende de ello. No todos los tipos de epilepsia responden al mismo medicamento e incluso existen anticonvulsivos eficaces en cierto tipo de crisis que agravan otras. Hubo desafortunados casos de pacientes epilépticos cuyas crisis se manifestaban como alteraciones de la conducta (epilepsia psicomotora o del lóbulo temporal) y que fueron diagnosticados como esquizofrénicos. En lugar de tratarlos con medicamentos anticonvulsivos específicos, se les administraron tranquilizantes mayores (véase el capítulo XVI sobre antipsicóticos), los cuales ocultan la sintomatología epiléptica pero sin controlar la hiperactividad cerebral. En otras palabras, los enfermos no mostraban sus crisis pero su cerebro continuaba padeciéndolas, lo cual conducía eventualmente al deterioro de las funciones mentales.
Otra precisión más acerca de las convulsiones: un episodio de este tipo no hace el diagnóstico de epilepsia. Puede haber convulsiones como consecuencia de intoxicación medicamentosa, en los bebés por fiebre elevada, en sujetos dependientes a barbitúricos o alcohol por abstinencia, etc. La epilepsia es una afección crónica, lo cual significa que se caracteriza por crisis repetidas y no por uno o dos episodios.
Es importante mencionar un aspecto más de la terapia antiepiléptica: para controlar eficazmente la dosis, es decir, administrar una cantidad suficiente de medicamento para controlar las crisis y reducir al máximo el riesgo de toxicidad y efectos colaterales, es necesario medir las concentraciones de la droga en la sangre. Ésta es la única manera de saber si se están obteniendo los niveles sanguíneos necesarios a partir de la administración oral. Se le pueden recetar al sujeto tres cápsulas diarias, a intervalos de ocho horas, como aconsejan los manuales para un fármaco dado; pero si el sistema gastrointestinal de este paciente absorbe mal el medicamento, las concentraciones en la sangre serán insuficientes y entonces no se obtendrá el control deseado de las crisis. El médico que no piense en esta posibilidad estará tentado a aumentar la dosis, cambiar de medicamento o empezar a recetar combinaciones de anticonvulsivos, lo cual conlleva a un mayor riesgo de toxicidad.
Pasemos revista ahora a los principales medicamentos utilizados para el control de las epilepsias. El mejor tratamiento consistiría en el cambio de antiepiléptico, mejorando o incluso con remisión completa al cabo de 4-5 meses. No obstante, no siempre es posible la retirada de la fenitoina aunque si bien hoy en día se dispone de un más amplio arsenal de más potente y selectivos antiepilépticos que no tiene efectos adversos de la hipertrofias gingival.Se ha de motivar al paciente para realizar una meticulosa higiene diaria, empleo de colutorios de flúor diarios, colutorios de clorhexidina (mensuales), aconsejándole revisiones odontológicas periódicas (semestrales). Se recomienda la administración de Suplementos de vitamina C y acido fólico de forma periódica. Evitar pasta dentrificas irritantes. Cuando el desarrollo de la hiepertrofia es significativo se ha proceder al tratamiento quirurgico que consiste en raspado y alisado radicular minusioso, cirugia a colgajo en la zona hipertrofiada, Gingivectomia, Gingivoplastia

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